Digital. Esta palabra evoca muchas reacciones diferentes. Algunos pueden pensar en mundos futuristas impulsados por una matriz omnisciente. Otros pueden reaccionar encogiéndose de hombros y volverse hacia su teléfono inteligente. En cualquier caso, la revolución digital ha volcado gran parte de nuestra vida diaria normal. Tanto las empresas como las personas obtienen los beneficios de nuestro mundo digital que cambia rápidamente. Ya sea que la optimización de una cadena de suministro tradicional o la aparición de un servicio “nacido en la nube” que simplifica las tareas diarias, los efectos de la transformación digital han cambiado la forma en que funciona el mundo.
Exploremos el cambio en el riesgo relacionado con nuestro mundo digital. Lo que descubrimos es que los líderes empresariales entienden la corriente subyacente de incertidumbre que debe gestionarse a medida que la transformación digital se extiende por toda su organización.
Las iniciativas digitales prevalecen en organizaciones de todos los tamaños e industrias, y los líderes reconocen que sus esfuerzos digitales presentan un conjunto único de riesgos que están simultáneamente conectados y son distintos del mundo físico.
El riesgo digital se presenta en muchas formas, y las prioridades de gestión de riesgos suelen estar impulsadas por las estrategias digitales de una organización. Los ataques cibernéticos, la dinámica de la fuerza laboral, la privacidad de los datos y la automatización de procesos son cuestiones prioritarias que afectan las prioridades de gestión de riesgos.
Las organizaciones se encuentran en medio de los esfuerzos de transformación digital, pero en general, sus prácticas de gestión de riesgos no mantienen el ritmo de la tasa de cambio y la complejidad que conlleva la transformación digital.
En última instancia, los riesgos relacionados con el negocio digital están en la cima. La ciberseguridad, como eje central de la gestión de negocios digitales, es un ejemplo perfecto del desafío de traducir las amenazas técnicas en riesgos comerciales. Los matices de la industria, la dinámica organizacional y el panorama competitivo complican aún más el establecimiento de un diálogo abierto e informado sobre el riesgo digital.
